viernes, 6 de enero de 2012

Historias de Fin de Año

                                                             Algo extraño en Navidad.
24 de diciembre.

Escuchamos la voz de la mamá – lleve a los niños a ver si el Viejo de Pascua está llegando. Salimos con el papá a mirar el cielo, el atardecer casi oscureciendo, fijamos la vista en las estrellas. Aquella más lejana titilaba - puede ser que el Viejo Pascuero venga, por ese lado, papá- - dijo mi hermano – qué parecido tiene a su trineo.
El cielo tiene caminos como la tierra – decía el papá – esa estrella está muy lejos, por eso se ve chiquita, quiere decir que aún falta mucho para que él pase por aquí.
Pero papá, aquí hay otra estrella que es mayor ¿Ésta está más cerca, verdad? – preguntaba mi hermano. Pero está muy quieta, esto quiere decir que todavía está esperando que pase por allí. Y mira que, esa estrella, está más cerca de su país que nosotros – explicaba el papá.
¿De dónde viene el Viejito Pascual? – preguntábamos, casi, en coro. Del polo norte, donde hay mucha nieve, su país está muy lejos, por eso sube al cielo – intentaba disculparlo el papá – tiene que ser rápido para pasar por muchos paises y hogares.
Volvimos a entrar en casa, el living iluminado intermitentemente, por las luces del árbol, nos dejaba coloridos. La carita de mi hermano era a veces verde, otras roja y otras tantas de un azul oscuro como el cielo, allá afuera, abriendo caminos para facilitar el viaje del Viejo Pascuero.
A tomar la sopa, se volvía a escuchar la voz maternal y enseguida van a acostarse.
Antes de dormirnos, con mi hermano, decidimos esperar hasta que el Viejo de Pascua apareciera en casa.
¿Cómo será él? ¿Y si es un extraterrestre que tiene una nave espacial muy rápida? – se preguntaba mi hermano. Pero más nos parecía con cara de un abuelito buena persona - ¿Te acuerdas que el papá dijo que al Viejo de Pascua le gustaba escuchar a Ella Fitzgerald?

25 de Diciembre.

De bruces en la alfombra del living, entre papeles de regalo y cintas coloridas, escribí en mi diario:

Algo le pasó a la ropa del Viejo Pascual, cuando llegó a nuestro árbol de navidad  vestía el pijama de listas azules del papá...
                             



                                                              Diez años más tarde.

Mi amigo Manolo llamó por teléfono comentando: Aline, los papás de Ceci no quieren que ella vaya a la fiesta de Año Nuevo, ustedes que los conocen ¿Pueden pedirle permiso?
Fuimos por la tarde del día 30 hasta su casa en Playa Ancha. Después de muchas explicaciones y argumentaciones de adolescentes lo que más convenció a Don Gaspar y a Doña Juanita fue el hecho de que mi hermano y yo iríamos juntos a la fiesta. Salimos felices de su casa pero muy tarde para trasladarnos hasta Placeres, ahora tendríamos que enfrentar las reprensiones de nuestro papá.
Como castigo, por llegar tan tarde, nos prohibió terminantemente ir a la fiesta de Año Nuevo.

Por la noche, mientras lloraba, anoté en mi diario:

Qué difícil es convencer a un adulto ¿Cómo podría explicarle al papá...?

                                                            Diez años más tarde.

Este sería el primer fin de año fuera de nuestro país. Salí por la mañana, temprano, en busca de carne para preparar un asado al horno – Señor, por favor ¿Qué carne tiene para asado? – No le entiendo señora – me respondía el vendedor poniendo cara de interrogación a mi portuñol. Enseguida me mostraba pedazos y más pedazos  de diferentes carnes y portes, yo respondía con una expresión negativa porque no conocía ninguno.
Por la noche decidí iniciar la preparación de la comida más temprano – pensaba – no me puedo equivocar, nuestra reunión familiar depende de una buena comida para disimular nuestra soledad en tierras extrañas.
No hubo caso, la carne quedó durísima, la tristeza tuvo cara de mal humor y el desamparo nos dominó.

Esa noche mi diario fue mi gran amigo de consuelo, en el escribí:

En Brasil la carne tiene otras formas de corte, la próxima vez le pregunto a una señora, con cara de buena cocinera, qué debo comprar para asar. Ah, horno se llama forno...

                                                             Esta Navidad.

El pavo estaba listo temprano. Mis hijos, ya adultos, entretenidos en la sala bebiendo colemono y tostaditas para llamar el apetito,  muy concentrados arreglando los regalos ya dispuestos al pie del árbol. En la mesa había puesto un mantel blanco con individual rojo para cada uno, las copas brillaban en la espera de servirnos un buen vino y las ensaladas variando de color y tema demostrando la dedicación y tiempo para la elaboración de cada una de ellas. Cuando consideré la mesa a punto de ofrecernos una buena cena de navidad, les llamé.
En el toca CD, Ella Fitzgerald cantaba Santin Doll, quería decir que el Viejo de Pascua ya había pasado por aquí.

Esta noche no anoté nada en el diario y dormí plácidamente.


Alejandra Arenas.